martes, 29 de septiembre de 2009

NUEVO ANTIVIRUS


Tamaño de fuenteMicrosoft lanza antivirus gratuito


La firma de software lanza su herramienta Microsoft Security Essentials, ya disponible en México; se podrá usar en las versiones del sistema operativo Windows XP, Vista y el próximo 7.

CIUDAD DE MÉXICO (CNNExpansión.com) — A partir de hoy, Microsoft lucha con los virus informáticos mediante su aplicación Microsoft Security Essentials.

La mayor empresa de software, fundada por el hombre más rico del mundo, Bill Gates, anunció la salida de una herramienta de seguridad que se distribuirá sin costo en 19 países, de los cuales sólo México y Brasil en Latinoamérica tendrán accesibilidad.

Microsoft Security Essentials será el nuevo sistema de protección de Windows, esta interfaz trabajará en segundo plano dando resguardo en tiempo real asegurando la estabilidad de los complementos del sistema operativo de la computadora.

"Nuestros clientes nos han comentado que requieren protección en tiempo real, pero sabemos que hay diferentes opciones y en ocasiones se confunden por las constantes actualizaciones o al no poder pagar por una solución de seguridad muchos no se protegen correctamente", dijo Amy Barzdukas, gerente general de seguridad Microsoft, en un comunicado.

El programa computacional de seguridad se podrá consultar y bajar libremente de la página web de Microsoft , con la condición de que el sistema operativo que se tenga instalado en la computadora sea original.

Microsoft Security Essentials podrá ser ejecutado en Windows XP con la actualización del ‘Service Pack 2 y 3`, Windows Vista y en el próximo Windows 7. Se podrá configurar en 8 distintos idiomas y quedará en la página oficial de Microsoft para su descarga permanentemente.

Hay que destacar que hace una semana, la firma de software comentó que venderá una versión económica de Windows 7 en Inglaterra, Alemania, Australia, Canadá, Corea, Francia y México cuyo costo será de 29.99 dólares cuando comúnmente costaría 120 dólares, estos paquetes se ofertarán para las comunidades universitarias.

HABLANDO DEL PI...-.-.-.

π, ese loco número irracional

ALGARABIA NUEMRO 60-.-.-

por Eunice Hernández

Recuerdo bien la soporífera clase de matemáticas en la que el profe don Eulalio, como un grafitero, pintarrajeaba el pizarrón con letras y signos imposibles de interpretar, mientras los alumnos repetían las letanías 
de la geometría como ratones de laboratorio y unos cuantos gañanes lo molestaban preguntándole si él había inventado semejante ecuación.

Los más matados gritaban con sabiduría: «¡Pi es 3.1416, pi es 3.1416!», pero los otros continuaban con su indagación: «Don Eulalio, ¿verdad que usted inventó esa fórmula?». El hombre no pudo más de coraje y desesperación, así que explotó…

Geometría práctica

Al día siguiente, el profe se la cobró haciéndonos llevar útiles de preescolar: estambre de color, un cuarto papel ilustración o de cartoncillo, plumones de agua para evitar intoxicaciones y una tapa redonda. Luego, nos puso a trazar un círculo en el papel ilustración con la ayuda de una tapita; tomamos el hilo para medir el diámetro, sacamos de la madeja tres pedazos de la misma medida y entonces, vino la revelación: ¡los tres juntos daban casi toda la vuelta a la circunferencia de mi círculo! Lo más sorprendente era que ese fenómeno se repetía en todos los círculos de la clase ¡Y eso que eran de diferentes tamaños y colores! —y hasta sabores, pues hubo quien en vez de tapa llevó su tupper con jícamas chorreando gotas enormes de limón y chile piquín.

Para ese entonces, los estudiosillos del grupo sabían que la fórmula de la circunferencia es igual al diámetro del círculo por el afamado pi (π), que equivalía a 3.1416; pero más allá de la fórmula, ni los matados, ni los gañanes, ni los demás habíamos reflexionado sobre la procedencia de este número. Yo me emocioné y, tímidamente, pero con cierto sarcasmo, le pregunté a don Eulalio: «Pero, si usted no lo inventó, ¿entonces quién?». Y hasta ahí llegó el esplendor de don Eulalio. Él era matemático, no historiador, así que con voz titubeante respondió: «Los griegos, los griegos, claro está». La respuesta me pareció convincente, pero años después descubrí que esta búsqueda por el valor de π ha sido una faena que ha hechizado a varias civilizaciones por siglos.

Un número escurridizo

Los antiguos egipcios fueron ávidos matemáticos y amantes de la geometría, en especial de los triángulos —lo cual resulta evidente con tan sólo ver sus famosas pirámides—, pero también se interesaron por formas más redondas; al parecer, ellos fueron los primeros en establecer el número π, con un valor de 3.1404.

En el Antiguo Testamento se hacía referencia a esta medición al describir el mobiliario del templo de Salomón: «…Hizo también la fuente de bronce fundido que tenía 10 codos de borde a borde. Era circular y tenía 5 codos de alto. Su circunferencia, medida a cordel, era de 30 codos» (i Reyes 7, 23). En otras palabras, para el pueblo de Israel, π tenía un valor cerrado de 3.

Más tarde llegaron los griegos. Arquímedes lo consideró con un valor mínimo de 3.1408 y un máximo de 3.1428. Sin embargo, y contrario a lo que mucha gente podría pensar —incluyendo mi profe Eulalio—, fueron los chinos quienes calcularon el valor de π con mayor precisión, cuando el matemático Zu Chongzhi lo definió entre 3.1415926 y 3.1415927.

Por más de diez siglos, Chongzhi fue el ganador de la carrera de la búsqueda del valor de π, hasta que, en 1610 el matemático Ludolph van Ceulen calculó los 35 primeros decimales. Después de él, otros notables científicos hicieron lo propio: Isaac Newton, John Wallis, Edmond Halley, Thomas de Lagny, Leonhard Euler y William Rutherford figuran entre quienes, a lo largo de la historia, fueron poniendo sus granitos de arena en forma de dígitos después del punto decimal de π. El último cálculo registrado que se hizo sin ayuda de una computadora fue el de D. F. Ferguson, quien lo cifró hasta 808 decimales valiéndose sólo de una calculadora mecánica.

Pi, el orden del caos

La historia, por supuesto, no acaba ahí, pues hasta al día de hoy, con la valiosa ayuda de la tecnología informática, al valor de π se le siguen añadiendo números; por ello, se ha considerado que es un número irracional y trascendental. Dicho de otro modo, todo parece indicar que nunca sabremos exactamente cuánto mide el «cachito» que falta para cubrir completamente la circunferencia de un círculo con su diámetro, ya que el número exacto no puede ser calculado a través de sumas, restas, multiplicaciones, divisiones o raíces cuadradas, y la sucesión de cifras tras el punto decimal, literalmente, no tiene fin.

Para los estudiantes, 3.1416 es un redondeo fácil de recordar, pero la verdad es que esa cifra dista mucho de ser precisa. El cálculo de π más exacto hasta el día de hoy se realizó con la ayuda de una supercomputadora Hitachi con un tb —1000 gigabytes — de memoria en el disco duro y capaz de efectuar 2 billones de operaciones por segundo; el resultado fue un número con 1.241 billones de decimales y, aun así, nunca será exacto, porque la cualidad de π es la de ser un fenómeno irracional, infinito, aleatorio y sin un patrón definido.

Irracional hasta decir basta…

Como es de esperarse, π contagia su irracionalidad. ¿Imagina usted lo que sería recitar los 1.241 billones de decimales que lo componen? Pues ni lo intente, porque nadie ha podido —ni podrá—, ya que se necesitarían aproximadamente 222 931 500 horas —es decir, 25 448 años— y nadie, literalmente, viviría para contarlo. Pero como no hay peor lucha que la que no se hace, el japonés Akira Haraguchi logró recitar 100 000 dígitos del número durante 16 horas y media, rompiendo su propia marca y estableciendo el Record Guinness en 2006.

Sólo resta añadir que, enmedio de tanta matemática, resulta interesante saber que este loco número irracional también ha alimentado la imaginación de científicos y de geeks,1 pues algunos sostienen que entre sus decimales es posible encontrar todas las combinaciones numéricas que vengan a su memoria: su número de teléfono, el celular de su pareja, la combinación ganadora del Melate de esta semana, su fecha de cumpleaños, junto con la de su mamá, papá, hermanos y hermanitos. Incluso, hay quienes creen  que la capacidad de contención de este número es tan poderosa que, si asignáramos determinados valores numéricos a las letras del alfabeto y nos armáramos de la suficiente paciencia, encontraríamos que π contiene algunos pasajes de Don Quijote de la Manchao, si el inglés es lo nuestro, alguna que otra obra de William Shakespeare.

En conclusión, π no sólo es un número loco, trascendente e irracional, sino que también podría ser un devorador de posibilidades, un contenedor de sueños y realidades: un
aleph númerico que contiene todo lo existe y todo lo que existirá.

Eunice Hernández es escritora, historiadora y profesora de la Universidad Iberoamericana. Nunca ha entendido por qué la ciencias y las humanidades se han presentado como antagonistas, si ambas responden a preguntas similares. Actualmente, está por terminar su primera novela: El mundo en espiral.

1 El término geek hace referencia a fanáticos de la tecnología y la informática; se trata de «geniecillos» adictos al conocimiento y los retos mentales que se caracterizan por sus particulares costumbres y manías. Un ejemplo perfecto de este personajes está en la película de Darren Aronofsky que lleva por título Pi, el orden del caos (1998).

UNA MUJER DE OVARIOS.-.-.-.-.-.-

Los ovarios de Eva
REVISTA ALGARABIA EDICION NUMERO 60
por Luis Muñoz Fernández
Procedentes de Sassari, un pueblecito de Cerdeña, Rita y Cristina Parodi llegaron con sus padres a París en el otoño de 1829. A pesar de su éxito en Italia, la capital francesa no recibió bien a la pareja de siamesas. Los magistrados parisinos, muy quisquillosos en lo relativo a la decencia pública, no permitieron que el matrimonio Parodi exhibiese a sus hijas y, con ello, los privaron de su única fuente de ingresos. Se mudaron a las afueras de la ciudad y así pudieron ganar algunas monedas que numerosos médicos y filósofos les pagaron con tal de poder ver en privado aquel prodigio de la naturaleza. A pesar de estar conectadas en la parte inferior del tronco y tener solamente un aparato genital y un par de piernas entre las dos, Cristina y Rita eran claramente distintas. Mientras que Cristina lucía saludable, vigorosa y tenía un apetito voraz, Rita era débil, quejumbrosa y su piel siempre tenía un tono azulado. Expuestas a las inclemencias del clima, Rita adquirió una bronquitis aguda con grave dificultad respiratoria y murió. Tres minutos después, Cristina emitió un grito lastimero y también falleció. Al poco tiempo, acudió una delegación de anatomistas con la intención de disecar los cuerpos. La autopsia se realizó en el anfiteatro del Museo de Historia Natural, situado en el Jardín Botánico. Entre los asistentes se encontraba Georges Cuvier, el más distinguido anatomista de Francia, conocido como «el Aristóteles francés» y Étienne Geoffroy Saint-Hilaire, a quien hoy se atribuye la fundación de la teratología, la ciencia que estudia las alteraciones del desarrollo embrionario. Pronto se hizo evidente la causa de la frágil salud de Rita Parodi: su corazón tenía graves malformaciones. Las dos columnas vertebrales confluían en una sola pelvis. Los dos tubos digestivos terminaban en un recto común. Aunque cada una tenía su dotación de útero, trompas y ovarios, compartían una misma vagina. Al acabar la disección, su esqueleto fue hervido durante varias horas y luego se puso en exhibición.


Desde tiempos muy antiguos los seres humanos malformados han despertado la curiosidad del hombre. Las ideas sobre la causa de estas desviaciones han sido muy variadas. Algunos opinaron que se trataba de una influencia diabólica o que constituían amenazas enviadas por Dios cuando los progenitores, o los habitantes de la comunidad en donde éstos vivían, habían cometido algún pecado grave. Para ellos, las malformaciones eran una manifestación de la ira divina. Sin embargo, otros opinaron todo lo contrario. El que existiesen seres humanos malformados era una prueba de la infinita capacidad creadora de Dios, que no se limitaba a las formas que consideramos normales. Durante los siglos XVII y XVIII, el conflicto ente estas dos formas opuestas de pensar llegó a ser conocido como «la querella sobre los monstruos» y en ella varios anatomistas franceses se enfrentaron durante décadas. Pero esta pugna iba mucho más allá. Representaba la lucha entre los proponentes de dos teorías rivales que explicaban en aquel entonces el desarrollo de los embriones. Los preformacionistas creían que todos los seres humanos ya existían completos aunque diminutos en los ovarios —ovistas— de su madre o, con menor frecuencia, en el esperma —espermistas— de su padre. Esta teoría implicaba que todas las generaciones de la humanidad estaban ya preformadas y contenidas en los ovarios de nuestra madre común, la bíblica Eva. Los oponentes, partidarios de la epigénesis, creían que los embriones no estaban preformados y que se empezaban a desarrollar a partir de la fertilización. Hoy sabemos que la respuesta está en un punto intermedio entre ambas posturas. Tanto los óvulos como los espermatozoides contienen la información complementaria para la formación de un ser humano. Se necesita la fusión de ambos —fertilización— para que empiece el desarrollo de un nuevo ser. No es un pequeño embrión lo que viene preformado en las células germinales de los padres, sino la información química necesaria para construirlo. Hoy, gracias a la investigación científica, sabemos mucho más sobre este complejísimo proceso mediante el que llegamos a ser individuos autónomos. El huevo o cigoto, la célula madre de todas nuestras células, se multiplicará en decenas y centenas de células hijas que adoptarán primero la forma de un disco, luego, mediante dobleces y torsiones, constituirán una esfera multicelular y, tras varios cambios adicionales de forma, se convertirán en un pequeño embrión en el que puede reconocerse la cabeza, el tronco y las extremidades. El diseño y puesta en marcha de la formación de un cuerpo humano sigue minuciosamente un plan previamente trazado y plasmado en algunos de los libros que forman la biblioteca química de la vida: nuestro genoma, escrito con un ácido al que llamamos ácido desoxirribonucleico —ADN—. Cada una de las instrucciones o genes de este asombroso “manual del usuario” nos indica, entre una infinidad de detalles, dónde debe quedar la cabeza, cuántos brazos, manos, dedos, ojos y orejas debemos tener, dónde van colocados los pulmones, si el hígado estará a la derecha y el bazo a la izquierda y hacia dónde debe orientarse la punta del corazón. La mosca de la fruta que, haciendo honor a su nombre, ha sido de lo más fructífera para la ciencia, nos sirve para entender cómo funcionan estas instrucciones que forman el plan arquitectónico del cuerpo de los seres vivos. Como nosotros, el cuerpo de la mosca está hecho de partes o segmentos cuya aparición en la larva del insecto (equivalente de nuestro embrión) está dictada por la lectura de instrucciones químicas llamadas genes homeobox. En la mosca, los genes homeobox coordinan la aparición de dos antenas en la cabeza, un par de alas en el tórax y ningún apéndice en el abdomen. Genes homeobox similares a los de las moscas han sido descubiertos también en el hombre.

Llegará el día en el que los científicos descubran y comprendan el vasto, intrincado y maravilloso plan para construir un cuerpo humano. La profecía contenida en la frase que acabo de escribir despierta no pocos temores y nos remite a la famosa novela de Mary W. Shelley: Frankenstein o el nuevo Prometeo.


PLAN B

PLAN B
POR: LIDYA CACHO
www.lidyacacho.net
Jóvenes que odian


Matan, violan, secuestran, roban, asaltan y lo hacen con la frialdad de los actores hollywoodenses. Son jóvenes de entre 16 y 28 años que viven en México. La Unidad de investigación de EL UNIVERSAL reveló el nuevo perfil delincuencial juvenil. Los datos coinciden con lo expuesto a principio de 2009 por la Secretaría de Educación Pública: la frustración, la violencia doméstica, la pobreza y la desigualdad, de la mano del ocio, el abaratamiento de las drogas y el acceso al alcohol son los detonantes de la violencia juvenil. Las y los expertos alertan sobre los niveles de crueldad de las y los jóvenes que incursionan en la delincuencia.

No es casualidad que de 40 mil personas presas en este momento en la capital, todas crecieron y vivían en 25 colonias específicas. Barrios dominados por la pobreza, la falta de escuelas y parques; casas sin luz ni agua potable. Territorio de las y los desposeídos que durante generaciones han vivido rodeados de racismo, desprecio de las autoridades y de su prójimo. El resentimiento social y la ira no son casualidad en ninguna sociedad y en México tendemos a negar el poder de la violencia estructural, esa que mantiene guetos de pobreza con discursos absurdos que insisten en que “quien quiere puede”, sacando de contexto el sufrimiento y las condiciones límite de ciertos grupos sociales.

La reacción de la sociedad ante este fenómeno lo agrava, cada vez más gente en todos los ámbitos pide penas más severas para menores que delinquen, les descalifica y desprecia con un odio que nutre la violencia. Esa es tal vez la razón por la que la directora de readaptación social del DF asegura que estos jóvenes no son capaces de mostrar remordimiento por sus acciones, desconocen la empatía. Este fenómeno global no es casual. La cultura y la religión nos han enseñado a huir del conflicto o enfrentarlo a golpes.

Hace años en Cancún se creó un modelo de educación para la paz en una escuela publica con resultados asombrosos. El estudiantado, el profesorado, las madres y padres participaron.

En la educación para la paz en lugar de huir del conflicto se enseña a enfrentarlo, para convivir y aprender de él. Me consta que este tipo de educación permite tener una actitud activa ante el conflicto, evitar la sumisión, la evasión o la competición a favor de la negociación y la cooperación. La provención se diferencia de la prevención en que su objetivo no es evitar el conflicto sino saber cómo afrontarlo. Los programas de justicia restaurativa con jóvenes sí funcionan y podrían aplicarse en México. En lugar de desperdiciar millones en fiestas patrias del Bicentenario podrían invertirse en programas para sanar a la patria.

La paz no es la ausencia de guerra sino el proceso de realización de la justicia en los diferentes niveles de la relación humana. Si queremos que en México se eduque para la paz, habrá que comenzar por reconocer la injusticia social e intervenir en ella directamente con programas que demuestren a niños y niñas que tienen derecho a un futuro en su país.